domingo, 24 de abril de 2011

La Semana Santa de mi Infancia


Se me viene a la memoria, la Placeta Cruz Colorá. El Cercao, la parte detrás del horno del Cabrera. Mis amigos los horneros, Manuel y Jesús, ¡maravillosos!, hablando de cultura, chistes y, especialmente Manuel, por su gran afición al cine.
Recuerdo, aquellos atardeceres, cuando las mujeres salían a tomar el fresco y se sentaban a la orilla de la acequia, a la cual llamábamos “ LA MADRE” que pasaba por el centro de la placeta, allí era el comentario de todos los acontecimientos y, chismorreos del día; es decir la vida misma, desnuda y vestida a la vez. Aquel rincón que yo recuerdo, junto a la “Madre”, tenía vida propia, como niño, esporádicamente escuchaba algunos de los comentarios. Recuerdo hoy, como aquellas mujeres, sin darse cuenta representaban perfectamente, una obra de teatro, cuyos actores eran ellas en ese mismo momento con el papel, que el azar les había tocado. En algunas ocasiones, los niños, jugábamos en la placeta, otras veces en el Cercao, aquí recuerdo mucho a Manuel, que cuando su trabajo se lo permitía, salía por la puerta de detrás del horno que daba al Cercao y, hablábamos mucho, especialmente de cine. Estaba documentado en todas las facetas de la vida, me enseñó mucho, “los pocos conocimientos políticos que tengo hoy, son fruto de las conversaciones que tuve entonces con él”. Recuerdo como durante la Semana Santa, los niños no jugabamos y tampoco se reunía la vecindad; la preocupa consistía ¿Qué íbamos a estrenar el Domingo de Ramos? En casa se decía: el que no estrena, ni tiene pies, ni manos. Casi siempre algo caía.


También me viene a la memoria, la “vigilia” de cuaresma. Para mi era un pretexto para no comer matanza, que mayormente era lo que había en casa, y recuerdo perfectamente las palabras de mi madre que decía: ¡el pescado se ha puesto por las nubes!. Como era costumbre se consumía guisos de pescado, potajes de garbanzos, y el bacalao, éste se compraba en la tienda “ La Gallina”.
También me viene a la memoria, lo bonitas que eran las procesiones, y especialmente las del Viernes Santo. En general, todas se veían con mucho silencio y fervor, buscábamos los puntos idóneos, para ver desfilar a la Legión, y a las bandas de tambores y cornetas que venían del Ejército. También recuerdo, cómo el día de Viernes Santo se encontraban todos los bares cerrados, y el único que abría, era la Bodega San Torcuato, cuando se cerraban las procesiones, y aquello era un disloque conseguir una mesa, o en el mostrador un hueco, para beberse unas cervezas, que nos la jugábamos los amigos a los chinos.

Las procesiones de hoy, como todo, ha sufrido cambio, y creo que para bien, el silencio corresponde a esta procesión, al Cristo de la Luz y, María Santísima de la Amargura, emotivo y tradicional paso, recorriendo las calles a oscuras, un autentico espectáculo que vivimos, en compañía de los que nos visitan; el trono mecido y adornado por fachadas heráldicas, rincones y calles antiguas, hace que lo tengamos presente y de una forma muy especial, los accitanos nos damos cita esa noche.

Digno de mención también todas las procesiones, llevadas a hombros sus tronos, con sus cuadrillas de costaleros, guiados por sus capataces y aplaudidos esta juventud, por la muchedumbre que los contempla.

También quiero hacer mención, como hoy, en el 2011 de nuestra era, las personas incapacitadas tienen derecho a vivir en sociedad en plenitud, por consiguiente, se les deben de facilitar los accesos a las instituciones y templos. No se puede comprender que estén acompañando a una procesión todo el recorrido, y a la entrada a la catedral, quedan segregados, por falta de acceso; esto no se entiende que suceda en el Siglo XXI y, si no somos capaces de conseguir a través de la institución a que corresponda, poner esa rampa que salve los desniveles, para que puedan acceder al templo, tanto los impedidos en sillas de ruedas, como la señora que lleva el carrito de la compra, el carrito con el bebé, o el abuelo con el bastón, etc. entonces ¿nos encontramos en la rutina de siempre? Y Jesús los quería más cercanos al templo y, debemos de hacer todos los cristianos lo justo, con el empeño necesario, para que estas injusticias se corrijan y no den lugar a la marginación de esas personas con problemas de movilidad.

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